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2009-05-30

· Una historia de resurrección

Erase una vez tres jóvenes, estudiantes universitarios, prodigios. Uno de ellos, una chica, Diana, rosariteña, estatura media, siempre con su bolsa y es la razón de que su cuerpo se incline hacia el lado derecho y de que cuando camine parece que va cojeando por tener la pierna izquierda más larga que la otra; pero lo cierto es que cargar su bolsa durante tanto tiempo la dejó chueca. Otro, Kyoshi, un joven de procedencia dudosa, cabellera estilo… él, de pequeña estatura y… ya me aburrí describiéndolos. Caminaban galantemente a la periferia de la carretera, camino a CocaCola Company, porque como es característico de ellos, responsables, un grupo unido y trabajador, entusiastas emprendedores, harían una tarea en ese lugar.
Y se deshidrataron. ¿Por qué a jóvenes tan buenos debe pasarles este tipo de cosas? De no ser porque caminábamos por donde la sombra no existía ni cuando el cielo estaba nublado, esto no hubiera ocurrido. Y ahí estaban nuestros cuerpos, en plena descomposición, uno cuervo comió parte de nosotros pero también murió deshidratado. A excepción de aquella ave, nadie se percató de nuestros cadáveres, ni siquiera de nuestra ausencia en casa o escuela; y es que los jóvenes brillantes suelen originar envidias en otras personas, o simplemente los ignoran (como al clásico nerd). Talvez es la razón de que yo me aburriera describiéndonos… Y cabe mencionar que el cuervo, aún con su ojo que, a pesar de no tener tan buena visión como la del águila, su capacidad era excelente, había confundido nuestros restos.
Sin embargo, y a disgusto de aquellos que los hubieran recordado, el fin de los jóvenes no sería tan pronto. Algunas sustancias descompuestas fueron absorbidas por el suelo, entres ellas, las tres metaneuronas (son las neuronas que controlan todo el organismo humano) de cada joven, y después llegarían a túneles subterráneos de agua que las conducirían al océano. Ahí, un pez se comería a estas neuronas, una pez camino a los ríos de las montañas, donde se apareaba en tiempos de verano, y ahí, excrementaría a las tres neuronas, que bajarían a o largo del río hasta aquella montaña, famosa por ser una reserva natural y en la que, uno de los científicos que estudiaban el lugar, tomaría agua del río, y entre tantas partículas del agua bebida, estarían las tres neuronas, que sobrevivieron a todo aquello.
Ya en el interior de aquel cuerpo humano, se unieron y burlaron a todos los glóbulos blancos que se interponían en su camino hacia el sistema nervioso central de aquel científico, atractivo, inteligente, y con una vida tan ignorada como la de aquellos jóvenes. De hecho, el haber tomado agua de aquel río era causa de que el resto del grupo de intelectuales lo había abandonado y se habían llevado consigo toda el agua. Era muy inteligente este personaje, y es por ello que el resto del grupo lo detestaba. Cuando se dirigía a féminas que le parecían atractivas, no paraba de explicar, calcular o realizar teorías sobre algún suceso, por lo que sus parejas lo abandonaban a pocos minutos –porque nunca duró más de una hora con una mujer en la que estuviese interesado; en cambio, establecía largas relaciones con sus colegas femeninas, aunque obviamente eran tratos laborales– de conocerlo, y es la razón de que a sus 32 años fueran el hombre más atractivo, inteligente y virgen que existiera; esto último, a punto de cambiar. Las neuronas tenían un plan. Una vez llegados al sistema nervioso central, se apoderaron totalmente del científico. Así, lo transformaron. Los intrusos sabían, por libros y estudios, cómo convertir al indeseable sujeto en alguien con estilo, explotar su atractivo y personalidad, seducir a cualquier persona, a cualquier ser. Y una vez hecho eso, prosiguieron con el plan.
Sacaron al hombre de casa y lo dirigieron a la ciudad, a un lugar concurrido, con mujeres ganosas y apasionadas. Ahí, encontraron a una hembra indicada: atractiva, salvaje, bisexual, inteligente, talvez clase media, con ojos interesados en ella y a la vez intimidados por la misma; excepto por los de el científico, que la miraban fijamente. La chica lo notó; el chico subió al coche. La chica se acercó, abrió la puerta y fueron a la casa del hombre, donde sucedió lo ocasional. Al día siguiente, la mujer se encontraba en el sótano de la casa del científico, en una especie de cuarto de estudio, paredes blancas y sin vista al exterior, cámaras que grababan todo. Al despertar, una voz le dijo: “estás embarazada. Aquí tendrás todo lo necesario para que el bebé se desarrolle en óptimas condiciones, hasta el momento del parto”. 
En el vientre de la mujer, más precisamente, en el feto, se encontraba la metaneurona de Kyoshi. Kyoshi sería el nuevo engendro, renacería en él, si así se le puede decir, porque realmente jamás murió; sólo su cuerpo, pero el cuerpo es solo el cuerpo.
Y al siguiente día, y al siguiente, es decir, los dos días siguientes, el hombre salió de nuevo a la ciudad, consiguió a dos mujeres (una por día) y las embarazó. Una de ellas, de Argentina, clase media quizá, muy machona, más alta que nuestro personaje, sin un diente. En el feto de esa mujer, residía la metaneurona de Diana. En la otra, un ser femenino extraño, pelo corto y aparentaba menos edad de la que tenía, un ojo blanco y uno azul, lentes y de estatura un poco menor a la del científico; de labios rojos, con una cicatriz entre la patilla y la oreja que se extendía hasta la mitad del cuello. En el embrión de esa mujer estaba mi metaneurona. Los tres tendríamos un cuerpo nuevo; quizá de distinto sexo… pero si éramos de nuevo tan indiferentes ante los otros, no importaba. Haha.
Como era de esperarse, el científico, libre de nosotros, recuperó su conciencia, y supo de lo sucedido por una escrito que le obligamos redactar antes de que alguno de nosotros saliera del cuerpo. Sus opciones eran continuar con el plan o liberar a las féminas que tenía cautivas en el sótano. Se sintió culpable y las dejó ir, y no pasaron más de 4 horas cuando los judiciales los arrestaron, lo tuvieron preso algunos días, lo sometieron a juicio durante un mes y, debido a lo sucedido y algunas mentiras y exageraciones en los testimonios de las víctimas, fue ejecutado públicamente.
Para dos de las embarazadas, haberlo delatado no resultó como esperaban. El gobierno no les permitió abortar, y estuvieron bajo cuidados del mismo hasta que las criaturas nacieron. La tercera no quería deshacerse del niño dentro de su vientre, pero una vez fuera, se mostraba indispuesta a cuidar de él, pues anteriormente se embarazó en cinco ocasiones debido a que era sexualmente activa pero estaba en contra del uso del condón; los primeros 3 hijos murieron al dar a luz, el cuarto fue una violación y no quiso al niño, y el quinto, cuando por fin estaba dispuesta a ser madre, murió a la semana de nacido a causa de una infección que obtuvo en el hospital.
Y así llegamos de nuevo al mundo siendo unos bebés, pretendiendo no tener conocimiento alguno de lo que sucedía, y fuimos puestos en adopción. Kyoshi fue tomado por una pareja de Estados Unidos –porque el caso recorrió el mundo, y la adopción de los niños podía darse desde cualquier sitio del globo, se trataba de una pareja de gobernadores que no podían tener hijos debido a que el hombre fue secuestrado por narcotraficantes, quienes le quitaron el miembro como señal de advertencia.
Diana fue adoptada por su abuela, quien se enteró por televisión de lo sucedido y, al ver por lo que su hija –a quien no le hablaba desde hace 10 años porque su hija parecía hombre y eso arruinaba la reputación familiar en la sociedad– pasó, decidió acoger al ser. Se crió en unas montañas al sur de Argentina, una región de poca población, pues su abuela no quería que se enterasen de su origen –aunque, naturalmente, Diana sabía todo–. Pasaría desapercibida ante la sociedad; pero no tanto como lo había experimentado en su cuerpo anterior. Obviamente, el plan de ningún muchacho era permanecer en esas familias adoptivas, sólo las usaron hasta que fueron capaces de sobrellevar su independencia (entre los 18 y 20 años).
En mi caso, fui recibido por un conde, por allá en tierras españolas. Un conde solitario, amargado, que nunca tuvo relaciones serias o demasiado cercanas, ni con la servidumbre del castillo en que habitaba. Había amasado una gran fortuna y no se la dejaría a ningún humano, pues los odiaba, incluso a su hijo, aquel científico ejecutado por, supuestamente, violar, golpear, secuestrar, y una larga lista de crímenes ligados a la presente historia. Y cuando se enteró, sólo quedaba en adopción un único niño, y al que decidió criar y, cuando muriera por la edad, heredar su fortuna al joven. Obviamente a mí no me interesaba manejar tan grandes cantidades de dinero, pero no podía defraudar a la persona que me confió esa responsabilidad xD.
Así, los jóvenes indiferentes ante la sociedad, tenían un método de inmortalidad, y lo desarrollaron y perfeccionaron de modo que, una vez aburridos de su cuerpo, se reunirían en el castillo del fallecido conde, donde en un laboratorio, estaba programado todo un proceso de revitalización.


Tan tan. : D


5 comentarios:

Conny dijo...

I like it a lot

Camaleona dijo...

Cuando tenías cinco años ¿ya tenías esa imaginación desbordante? lo digo porque mi mayor tiene cinco años y apunta a estar tan pirado como tú cuando sea mayor...
¡¡chulísima!!

Un tipo dijo...

^
Haha xD
Entonces esperemos sus escritos xD

No recuerdo de mis 5; pero todo niño tiene imaginación... o no es niño D:

Ghostyaya dijo...

jaja!
buena historia!!
felicidades...
xDD

ale dijo...

Muy buena historia.
saludos gracias por la visita

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