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2009-05-18

· ¿Y para qué tanto frenesí?

¡Y la locura de la velocidad! ¿Para qué necesitaban tantas calles nuevas, que se excavaban por doquier, y los puentes nuevos? ¿Para qué? ¿Qué ventaja tenía poder viajar a Lyon en una semana? ¿A quién le importaba esto? ¿A quién le beneficiaba? ¿O cruzar el Atlántico, alcanzar la costa americana en un mes? ¡Como si no hubieran vivido muy bien en ese continente durante miles de años! ¿Qué se le había perdido al hombre civilizado en las selvas de los indios o en tierras de negro?.. ¿Y para qué tanto frenesí? ¿Por qué lo hacían los demás, los españoles, los malditos ingleses, los impertinentes holandeses, contra quienes se libraba una guerra cuyo costo era exorbitante? Nada menos que 300.000 libras –pagadas con nuestros impuestos– costaba un barco de guerra, que se hundía al primer cañonazo y no era recordado jamás…
La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer tranquilo en su habitación, que es su hogar.
Patrick Süskind (1985).


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Edgar Hernández. Tecnología de Blogger.