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2009-06-13

· ¡Parid, parid malditas!

Falcón, feminista de gran trascendencia, escritora de teatro referente a la causa. Leí El teatro breve de Lidia Falcón, que habla sobre la vida de Falcón, más precisamente, su vida en torno al feminismo, una crítica a sus obras, y 4 de estas (creo que cuatro). Hubo una parte que me agradó y quise compartir. Yo no soy feminista, pero me agradan los movimientos con este tipo de ideologías. Puedo estar de acuerdo en algunos puntos y en otros no. Como sea, Falcón dice que el feminismo llegó tarde a España; yo creo que el feminismo llego tarde en todo el mundo. Y bueno, yo me reservaré mi crítica y mejor les dejo la escena a compartir. Se trata de la obra ¡Parid, parid malditas! (que toca el tema del aborto), y es la última escena.

Escena II

Juez.– (Escribe en unos papeles.) ¿De cuántos meses de gestación estaba usted cuando acudió al médico para solicitarle que le practicara un aborto?
Adela.– De tres.
Juez.– (Usted sabía que estaba cometiendo un crimen.)
Adela.– De ninguna manera. Un crimen es la muerte de una persona.
Juez.– ¡Naturalmente! Por eso lo digo. A punto estuvo de matar a su hijo. Gracias a Dios que no lo consintió.
Adela.– ¿Aquel grumo que llevaba dentro era una persona?
Juez.– (Escandalizado.) ¿Aún lo duda?
Adela.– Yo soy una persona, aquello no.
Juez.– Aquello, como usted lo llama, es eso. (Le señala en vientre.) ¡Y eso es su hijo, su hijo de la entrañas! ¡Y debiera hablar de otra manera de él! ¡Debería amarlo ya!
Adela.– (Le mira sorprendida.) ¿Cómo voy a amarlo si no lo conozco?
Juez.– (Escribiendo con expresión feroz.) ¿Quiere decir que lo odia?
Adela.– (Pierde el controlRabiosa.) ¡Pues sí! ¡Ahora lo odio! ¿Entiende? (Emocionada saltándose las lágrimas.) Cuando supe que estaba encinta sentí algunos momentos de emoción. Lo había deseado antes, aunque un poco difusamente… Pero por poco que me hubieran sostenido lo habría tenido. Hasta que todos se pusieron en contra, hasta que me vi acorralada, hostigada… (Se levanta y le grita.) Hasta que todos los cochinos cabrones como usted me llevaron hasta la camilla de aquel médico carnicero. Entonces ya deseaba arrancarme aquel grumo que crecía dentro de mí arrastrándome a la desgracia. ¿Por qué, por qué era más necesario, más importante que yo? ¿Por qué tienen que prevalecer sus intereses frente a los míos? ¿Por qué para que él nazca y a saber cómo, después de las atrocidades que he hecho con él y conmigo, tengo yo que sacrificar mi vida? ¿Por qué? ¡Contésteme!

(Chilla tanto que el Juez retrocede asustadoAdela alarga la mano entre las rejas y coge por la solapa de la chaqueta al Juez.)

Contésteme, ¿Por qué mi salud, mi felicidad, mi trabajo, no valen nada frente a la pretensiones de ese grupo de células que tenía en el fondo de la barriga? ¿Por qué yo, que he vivido veintidós años, que trabajo y rindo a la sociedad, debo sacrificarlo todo por la expectativa lejana de otro ser que no sabe nada? ¡Sí, yo lo odio ahora! ¡Me lo arrancaría a pedazos! ¿Comprende? (Se retuerce y hace el gesto.)
Juez.– (Se suelta de la mano de Adela y retrocede aterrorizado.) ¡Oh, es usted un monstruo! ¡No tiene piedad de un ser indefenso y débil que además es su propio hijo! ¡No se siente conmovida por la debilidad de un niño que la necesita!
Adela.– (Transtornada.) ¡No! ¡No me interesa! ¿Por qué no puedo odiarlo como cualquier otra persona o cosa? ¡Más que a nadie, porque me ha destrozada la vida!
Juez.– (Asustado.) ¡Lo hará usted un desgraciado!
Adela.– ¡Él me lo ha hecho a mí!
Juez.– Él es débil y la necesita.
Adela.– (Casi llorando.) ¡Por qué se necesita un hijo, precisamente!
Juez.– Se necesitan todos los hijos. Si todas las mujeres pensaran así, no habría nadie en el mundo.
Adela.– ¿Entonces, no importa de quién sea hijo, ni quién sea su madre? Es sólo un número más, una paridora más, un soldado más y yo soy sólo una máquina que produce, que produce por orden superior y porque no puede parar. Por eso, la huelga está penada…
Juez.– (Satisfecho de que haya comprendido.) Exactamente.



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Edgar Hernández. Tecnología de Blogger.