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2009-06-17

· Mi libertad

El hombre es, incluso antes de nacer, un prisionero. Al nacer y durante su vida, vive influenciado por el mundo. Apresado primero en el vientre, luego por la vida, asechados por la muerte, casi obligados a realizar nuestros ideales antes de que esta llegue a nosotros.
From the moment of birth we are already dying
Death is the only true salvation
Through death man is reborn
Like a butterfly is born out of a caterpillar
And after that, man is finally free
Un verso genial, razonable; pero también quiero pensar que antes de morir podré experimentar la sensación de libertad, anhelada históricamente por la humanidad, deseada por los más desdichados y privada por los sujetos más despreciables. Me da cierta curiosidad el ámbito referente a la ley, que nos dice que somos libres, es uno de nuestros derechos fundamentales; pero neh. El simple hecho de la presencia de todos estos elementos políticos y sociales que como humano se pretende cumplir, es la peor forma de aprisionarnos. Quizá, somos indignos de gozar dicho estado.
Aprendía a ejercer mi libertad leyendo sobre la historia de un judío que estuvo en los campos de concentración nazi y obtuvo su libertad mediante la experiencia, observación y razonamiento. Porque en aquel lugar, en el que se violentaba contra estas personas con métodos inimaginables, probablemente nadie expresaba un estado de bienestar; si acaso, aquellos que tenían la esperanza de sobrevivir, de no ser llevados, después de severos castigos impuestos por motivos de más consabidos, a una cámara de gas, de ser liberados y así, si un ser querido tenía la misma suerte, tener ese reencuentro, su único deseo. Probablemente, algunos ya tenían buenas relaciones entre los internos; y no obstante, siempre contaban también con la incertidumbre de si al siguiente día estarían vivos, y si así fuera, si volverían a estar con las mismas personas.
No así este personaje, que a excepción de una hermana, perdió a toda su familia y que, en los momentos en que era aprisionado solo, pensaba, se imaginaba en una clase (era maestro), les mostraba a los alumnos lo que ahí sucedía y cómo a él le afectaba, de forma que, intencionalmente, decidió los efectos que todos aquellos sucesos tenían en sobre él. Era su mayor libertad, y la única que los nazis no podían arrebatarle. Así, entre severos castigos y reprimendas dolorosas, su reacción ante estos era como si no existiesen, en el sentido de que no le afectaban. Enseñó esto a otros internos e incluso a algunos guardias del campo, con quienes formó buenas relaciones.
He practicado esto y me funciona bien; y sin embargo me he percatado de que algunas emociones languidecieron. Las personas tienen una especie de ciclos emocionales. Se encuentra bien, luego algo les sucede y les afecta, y después, al solucionar el problema, se sienten bien, como «liberadas». A causa de lo que yo practico, esa liberación ha disminuido. Y no me arrepiento, porque a pesar de ello, sé que ahora soy más racional, menos reactivo, y eso me permite experimentar nuevas emociones, y es más, llegar a ese tipo de sensaciones sin pasar por conflictos superfluos. Siempre puedo reforzarlo al ver a los demás, a todos quienes por cualquier situación, incluso el más pequeño detalle, explotan, desencadenan una serie de ademanes que expresan desagrado e insatisfacción. Todo les afecta. Y aunque algunas veces pienso en que a mí también, pero encuentro la diferencia, una divergencia que se esclarece cuando utilizo estas dos palabras: «afectar» y «efecto».
La primera, consiste en actos reactivos, irracionales, automáticos. La segunda, es menos animal y a la vez menos humana (porque la primera también es practicada por estos seres). «Efecto» es algo que, por racionalización, decisión e intención, podemos optar entre las múltiples opciones de resultados que una acción pueda tener en nosotros. Y aunque me pareciera que con el tiempo se vuelve un hábito igualmente reactivo, no es así.
Así pues, la mayoría opta; no, reactivamente actúa con la primera. Todo les afecta, en el sentido de que cualquier acción tiene un efecto negativo sobre sí. Y esto llama mi atención una vez que, practicando la segunda –decidir el efecto de una acción sobre mi ser (y por ende no negativos)–, puedo observar más profundamente la cuestión, y a la vez, actuar como si no lo hiciera, porque considero al acto de quejarse, de hacer drama o dilema de una situación pequeña, de idear miles consecuencias ocasionadas por un parpadeo, algo divertido, me agrada, es como ser la efigie de la mitomanía dramática.
Y aquí recuerdo un comentario de Diana durante una conversación. Dijo que siempre habrá influencias que nos obligarán a actuar o no. Talvez esta libertad interna que yo practico está sujeta a todo lo exterior. Cuando lo pienso así, algunas veces le doy a razón, otras, de forma soñadora y encaprichada, fundamento de que, influenciado o no, es mi decisión, propia y por lo tanto algo que yo quiero. Lo cierto es que es algo en lo que prefiero no pensar. No obstante, deslindarme de todos estos actos mundanos es lo que yo llamaría libertad, la libertad que yo anhelo. La sensación en la que las actuaciones ni siquiera existan, ni actos ni consecuencias, ni los pensamientos; sólo un estado de libertad completa, en el que hasta mis pulmones sean libres y decidan no respirar, y mi organismo completo quede en júbilo, y entonces pienso que eso es como estar muerto; pero lo que yo deseo es sentir algo así o mínimo similar antes de mi óbito.
Imagino ciertas situaciones –que no me interesa describir– que podrían darme la sensación de libertad que busco. Y a pesar de que puedo imaginarlas y casi tocar dicho estado, estar sumergido en él, es decir, vivirlo, sería celestial. Y no me urge, no, si llega llegará, si no, puedo imaginarlo. Y en tanto, empleo mi libertad individual, y no porque sea débil u odie a la humanidad, sino que, para un joven que no le encuentra sentido a mucho y tiene pocos o ningún ideal en la vida, soñar es la opción más adecuada.
Y al final, la vida es un estado y la muerte no es muy distinta, supongo. Sin embargo, una vez fallecido, mi alma no será presa ni siquiera del cuerpo humano. Y no anhelo el término de una o del inicio de la otra, espero pacientemente y mientras intento disfrutar de todo, de libertad.


2 comentarios:

eL pOdEr dE MiS pALaBrAs dijo...

OLVIDATE DE LA LIBERTAD MIENTRAS ESTES VIVOS ES DIFICIL PERO ES VERDAD INCLUSO EN EL VIENTRE ES PRESO...
POR KE REENCARNAR ES SINONIMO DE ESO DE SER PRESOS DE ESTE MUNDO MIENTRAS PASMOS POR LE MUNDO.
BASTANTE LARGO PERO CON SENTIDO...
MUY BN

Ghostyaya dijo...

La libertad es un tema subjetivo, visto por diferentes etnocentrismos y creencias. Algunos sentirán la libertad en mayor o menor grado. Si analizamos, técnicamente nuestra libertad no existe (aquí mi subjetividad, puesto que es mi opinión personal), estamos presos a las relaciones externas -amigos, sociedad, el controlador- e incluso internas -enfermedad, habilidades-. El hombre no es libre 100%; pero, si llegase a pensar en volar, sentir la brisa acariciando el rostro y alejarse de las cadenas que lo aprisionaba, podrá sentirse libre de hacer lo que quiera. No obstante, ahí es donde radica la veracidad de libertad: quien lo perciba así vivirá.

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