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2010-09-08

· Cazados

A Él, caballero intelectual y exitoso además de galán, el más hábil practicando caza (deporte por antonomasia en Huntville) y bien posicionado, ésto último lo hizo merecedor del compromiso con Ella, una dama de clase, la más bella y codiciada del lugar. Se veían tan bien juntos, su unión era la felicidad de todos, de todos excepto de Ella y su amante. Su amante, por cierto, no era su esposo. Éste contaba con su mano derecha, su hombre de mayor confianza que, cuando no estaba a su lado, la acompañaba a Ella. Ésta sufriendo la impuesta relación y éste consolándola cuando su Señor no estaba (aunque cuando sí estaba Él no lo hacía, su relación era todo menos íntima). Enamorarse fue inevitable.
Como acostumbraban cada jueves, el Señor y su hombre salieron de caza. Entre bromas, Él apuntó con el arma a su compañía y disparó. El arma, inexplicablemente, estaba cargada, y el vasallo cayó con vehemencia. Así, uno sorprendido por el hecho y el otro pensando que ya sabían sobre su traición, murieron a tiroteos.
Ya el día del funeral Ella lloraba frente a la sepultura equivocada. Recibía condolencias de todos por el gran hombre que había perdido (sí, ¡equivocado también!); de todos excepto su madre, aquella mujer que en un inicio, elogiando y negociando, conllevó el compromiso de su hija, y que ahora sólo reflexionaba cuál sería la grandeza del hombre que no sólo mató animales, sino que arremetió contra su propia especie. Y bajo ese velo negro, entre lágrimas, Súmiza pensaba para sus adentros:

“Y qué podría decir yo, si no recibí a mi esposo con un arma cargada para despedirlo, precisamente, a cazar.”


1 comentarios:

Ghostyaya dijo...

D:
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D:
Esto era para el concurso de mini ficción o.o"
Esta super cool agente K.. muy buena :D!!!!

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Edgar Hernández. Tecnología de Blogger.