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2009-10-25

· Historia de un microbio

Todas las historias, al menos las buenas historias, comienzan con erase una vez, o había una vez, o hace mucho tiempo en un lugar muy lejano. Sin embargo, este relato pasó, pasa y pasará. Sólo algunas historias cuentan eso.
Esta historia comienza con un microbio. Pero no era un microbio ordinario, ni tan poco uno llamativo. Simplemente era un microbio al que le encantaba escribir historias. Su nombre ya casi no lo recuerdo, era algo así como Edipo, Edilberto, Edmundo o Edgardo. No lo sé, y no sé si recordaré algún día. Lo llamaremos solamente Microbio.
Microbio tenía amigos, los suficientes para lograr ignorarlos, por lo menos a uno por cada día de la semana. Asistía a sus clases de comunicación (porque eso sí, el microbio era estudioso). Pero solía divagar, imaginando alguna historia que comenzaba a crear en su mente mientras las voces dispersas del exterior resonaban como pequeños ecos en su cabeza que configuraban cada vez más a sus personajes, teniendo peculiaridades curiosas. Sus historias lograban sorprender a quien las leía, aunque irreales las transportaba de la realidad.
En ocasiones, solía retirarse para ir a una pequeña sala de lecturas que se encontraba en la ahora facultad y cuando no encontraba algún libro con las suficientes imágenes como para entretenerlo, dormía. Alguna vez lo acompañé, hojeamos libros y jugamos uno de esos juegos que suelen hacerte olvidar el sueño y entretenerte por un rato. Microbio no era muy bueno para esos juegos… bueno, ni para esos ni para muchos otros, así que le gané en innumerables ocasiones.
Sus rizos solían taparle los ojos, y en lugar de mover los rizos, levantaba la cara lo suficiente para ver a las personas, cosa que me causaba una curiosidad tremenda. Me ofrecí voluntariamente a cortarle la cabellera, sin embargo Microbio se negó, nunca comprendí por qué.
Ahora tengo varias semanas que no lo veo a ese simple microbio, mitad tortillero mitad revolucionario. No sé qué ha sido de él. Pero confío en que sus historias, aunque extrañas, cobren algún pinche sentido y den un toque de locura a este mundo.

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Por: Diana Roa@Microbia. Oct. 22 ’09.


4 comentarios:

Un tipo dijo...

Diana Roa, microbia rosaritense de quien sí recuerdo nombre, estudió comunicación conmigo los primeros dos semestres. No es que yo sea el centro del mundo pero sólo me ilusionó hablando de comidas imaginablemente deliciosas y al final me traicionó cambiándose a la carrera de historia. Como microbios de un mismo organismo, yo la apoyo; aunque haya nacido con una bolsa pegada a su cuerpo y ella la use como mochila, que según ella no se quita por el calentamiento global (¿?).
Diana morirá al dar a luz a su décimo octavo hijo en la prisión de Guanajuato, donde la encarcelarán debido a su hediondez por no bañarse en Rosarito y haber llegado en condiciones odoríferas reprobatorias en el estado de Guanajuato.

PD: por si acaso… el buen microbio soy yo :3

Anónimo dijo...

hahahhaa xD
microbio.. x)
yo quisiera ser un microbito u_u..
y perderme en tu cuerpo..♪♪
drr x)

Anónimo dijo...

microbio

Anónimo dijo...

jajaja bueno ganaste, lo admito muajajaja

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