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2009-05-21

· El dilema no-dilema


Las acciones del día de ayer terminaron a las 6:00, fuimos la noche y yo. En un momento de inactividad, me tomé la libertad de salir de casa, relajarme, tomar aire fresco y pensar. Me encontré con el dilema del tiempo, perpetuo e imposible. La noche es preferente y personalmente el mejor tiempo para hacer algo que me gusta, tiene la temperatura apropiada, el ambiente silencioso y tranquilo que puede liberar o no mis pensamientos, tiene la cantidad exacta de luz, la que yo requiera, modificable, la hago propia, de forma que la oscuridad cobra existencia a mi voluntad. Si salgo, puedo ver las estrellas y los mágicos tonos azules del cielo, el azul de las nubes, el contraste entre los espacios iluminados y aquellos que no lo están. Puedo soñar, aunque eso lo haga todo el tiempo; sin embargo, la soledad nocturna me permite soñar y viajar en un espacio que el día difícilmente propicia; difícil pero no imposible.
Por diversas razones, la mayoría de los humanos somos activos durante el día. Si lo pienso, tal vez es mejor. Quizá, de ser todo lo contrario, la naturaleza humana contaminaría la elegancia de la noche, nuestra presencia puede ser tan destructiva como nos son indiferentes las consecuencias de nuestras acciones. Pero si es la ausencia de las personas y sus prácticas es lo que hacen de la noche un tiempo tan fascinante, es la presencia de éstas, debo decir, lo que hace al día interesante y no por eso menos bello que la noche.
Hice mis intentos por recordar cómo es el día por la tarde, hacer comparaciones era mi objetivo. La tarde, un punto intermedio al igual que la madrugada, es la línea entre el día y la noche; la madrugada lo es al revés; el crepúsculo los convierte en algunos de los más hermosos sucesos que en el transcurso de 24 horas puedan ocurrir. Lo común es que llegue el ocaso, el sol se oculta y la luna hace su aparición en compañía de las estrellas, siempre fieles; aunque de vez en cuando, la luna, libertina, se introduce en los cielos diurnos. La tarde es suave y poderosa. Con su presencia, detiene un sin número de actividades mundanas y que por rutina podrían ser fastidiosas, las reemplaza por prácticas más confortantes. Prepara a una infinidad de seres vivos para comenzar un letargo ya habitual. La tarde dirige la noche, modera el día, controla el tiempo durante un periodo prácticamente corto, es un tiempo de culminación.
Dicha culminación es para mí el paso a dar, donde todo tendrá un inicio. Me gusta relacionarla con el ciclo del agua. Durante el día, el agua cae en forma de ideas a contenedores de estas, así, en la tarde estas ascienden para que cuando la noche llegue, las ideas sean analizadas. El agua cobra vida al día siguiente, «en un ciclo sin fin», como dice la canción de apertura en la película El Rey León. Haha.
Entré a mi casa y seguí trabajando en la computadora, editaba algunas imágenes y descargaba el capítulo número 9 de la segunda temporada de Dexter, escuchaba una radio llamada SoulfulCassicJazz.com Radio –un repentino gusto por este género–, y miraba a través de la ventana. En estas actividades se fue el tiempo y llegó la mañana, y con ella, otro gran momento de salir y pensar, de encontrar otro punto que continúa con el tema. En ese tiempo encontré muchos elementos: el cielo tiene tonos azulados claros y algunos espacios arrebolados por la casi salida del sol (el crepúsculo similar al del ocaso). Me sorprende escuchar los silbidos de las aves, encantadores, a diferencias de los maullidos que hacen los gatos a media noche. Mientras los felinos provocan que mi atención se enfoque en sus sonidos, el canto de los pájaros me libera de todo pensamiento. Por otro lado, las personas se levantan y salen, y digo se levantan porque parecen ir dormidos, probablemente pensando en el resto del día, ignorando el ambiente que yo contemplo.
Respiraba y sentía la brisa fresca, tocaba el suelo y aún permanecía húmedo, un poco de rocío tenían los olivos. De nuevo entré a mi casa y me tiré en el sillón, cerré los ojos y escuchaba un sonido abstracto. Después todo es silencioso, y la tranquilidad se rompe ante el sonido que ocasiona un auto al pasar por la carretera: era un sonido muy claro; en ese momento todo era claro, me sorprendía poder escuchar conversaciones de personas desde el interior de mi casa, para mí eran como murmullos, murmullos claros. Incluso escuchaba pasos. En momentos, los sonidos ocurrían al mismo tiempo, sentí que podían crear un sonido único.
Volví a salir y las calles estaban un poco más concurridas. Había gente limpiando, gente con prisa, gente con weba, pareciera que yo era el único con oportunidad de dormir y que no lo hacía. Y sabía que el día se acercaba, que en relación al ciclo del agua, el día es la recolección de nuevos conocimientos y la práctica de razonamientos. Y mi dilema consiste en un no-dilema, en no saber qué parte del día, de tan sólo 24 horas, es la mejor. Al analizarlo, todas me gustan; talvez cada cual es perfecta para algo, más no para todo. Y a lo mejor es subjetivo, pero en mi caso lo he solucionado de otra forma. Jessy –metroflogiana– subió una frase a su metroFLOG, la cual exponía que «la felicidad consiste en darse cuenta que nada es demasiado importante» (Antonio Gala). Inconscientemente practico esa frase de forma directa o indirecta. Atribuyo a ello el hecho de que, por ejemplo, prefiera la expresión “te amo” en vez de un “te quiero” o cualquier enunciado similar; o que no tenga algún “mejor amigo”; o también el que las clasificaciones de cualquier tipo me sean indiferentes. Amar es amar, un amigo es un amigo, el tiempo es el tiempo. Así funciono. Y proponer a la noche o a cualquier parte del día como la mejor es darle demasiada importancia.
Al final, todo se complementa. El niño desea ser grande, el grande añora su juventud, el joven está entre ambos, le concierne el futuro, de alguna forma extraña su niñez pero no dejaría de ser joven por nada. Supongo que la clave está en disfrutar, disfrutar el tiempo en sí. El pasado ocurrió, pero los recuerdos lo mantienen vivo. El futuro ocurrirá, pero se disfruta en el presente. Y el presente era futuro y después es pasado. Y tómalo como desees, haz con el tiempo lo que quieras, que el tiempo pasa y nosotros también; de alguna forma no estamos en el tiempo, somos tiempo.
Kamelot –banda musical, power metal creo–, en una de sus canciones, llamada Soul society, dice: “in the dark we're the same. In the concept of time, we're like a grain in the sand”. Y no hace falta más que mirar hacia atrás y hacer una pequeña comparación en el progreso que la humanidad ha tenido: ninguno. Talvez, avances tecnológicos, industriales, científicos… pero humanos, si acaso algunos cambios. ¡Pero progreso! ¡Inédito! Y es que así somos, como los granos de un reloj de arena, que sólo fluyen y cambian de lado, pero siguen siendo los mismos granos, en la parte pasada, la futura y la intermedia. Y como dijo algún autor que al parecer no pude memorizar, pero el profe Zúñiga puso una observación del autor en una diapositiva, y decía algo así: la humanidad, en ves de avanzar a un tiempo benéfico, se hunde en otro tipo de barbarie. Haha. Es interesante ver la realidad desde distintos conceptos.
Como sea, si soy un grano en un reloj de arena que trayecta por la línea del tiempo, pensaré que soy un grano único, un fragmento entre tantos que componen el tiempo, y que ese pequeño pedazo trasciende desapercibido y de forma distinta, tal vez no cambiante y mejorando cada vez, pero distinto sin duda.


2 comentarios:

Camaleona dijo...

Yo añoro los paseos nocturnos por el paseo marítimo de mi ciudad...

Blas dijo...

"la naturaleza humana contaminaría la elegancia de la noche"

Si no existiera esa hora del dia...

Gracias por dejar un comentario y leer mi blog.
Me encanta como escribis, la facilidad que tenes.

Saludos

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Edgar Hernández. Tecnología de Blogger.